lunes, junio 25, 2012

Como Salir De la Depresión (parte 2)

Si no has leído la primera parte dirígete: a la  Primera parte de como salir de la depresión

7. Reconozca sus valores y virtudes

A medida que Alejandra se fue recupe­rando comenzó a surgir en ella una llama­tiva faceta de su personalidad. Mostró un ingenio muy agudo para resaltar con hu­mor algunas particularidades de sí misma y de sus compañeros. Ella fue quien dijo con picardía, en una sesión de terapia grupal, donde hablamos de la esperanza co­mo una «luz en el fondo del túnel»: «Tenga cuidado doctor, no vaya a ser la luz del tren».

En otra ocasión dijo con mucho humor, «Ahora que estoy llegando a los cuarenta, espero que Ornar no me cambie por dos de veinte».
Otra virtud que estaba enterrada por la depresión fue el amor y la ternura hacia sus hijos. Frecuentemente hablaba de ellos y los llamaba por teléfono diciendo: «¿Cómo estás, amor? ¡Mamá te quiere mucho! Ya prontito voy a estar contigo, cariño», y otras expresiones por el estilo. Hasta ella misma se sorprendía de haber estado tan apática e insensible.

“Reconocer las propias capacidades y valía personal es parte del camino hacia el bienestar”

8. Aprenda a disfrutar y obtener satisfacción con lo que hace

Una de las cosas lindas de la vida es ser capaz de disfrutarla..
Cuando Alejandra llegó a nuestro hospital, no apre­ció nada de los paisajes tan bonitos que se encontraban a lo largo del camino mien­tras viajaba. Tampoco encontró nada agra­dable durante los dos primeros días de in­ternada, donde añoraba el aire viciado de su dormitorio hogareño.
Después, fue como despertando a los colores de las flores, la frescura de la som­bra de los árboles y el panorama espectacular de las sierras que se ven a lo lejos.
Ciertamente, la depresión es la enfermedad de la incapacidad de disfrutar.
Ya lo decía Benjamín Franklin: «No es rico el que tiene mucho, sino el que disfru­ta de lo que tiene».

¡Cuántas cosas bonitas tenemos a nuestro alrededor, que muchas veces no las vemos! Aprender a reconocerlas, es un salto trascendente en el descubrimiento de la alegría de vivir.

9. Promueva la esperanza

Alejandra tenía la idea que su depre­sión era hereditaria, y terminaría igual que su madre. Esa creencia pesimista sobre el origen y el destino que temía, era resultado de su misma depresión. Reconoció que nun­ca antes se le había ocurrido esa idea. Fue necesario luchar contra la desesperanza. ¿Cómo se combate el pesimismo? En el caso de Alejandra, le explicamos que su depresión tuvo un factor desenca­denante, la muerte de su madre. Hasta ese momento gozaba de buena salud. Fue con­secuencia de un duelo no resuelto.

“Disfrutar del trabajo favorece el bienes­tar mental y la sana convivencia con la familia. En cambio, la queja permanente impide que gocemos aun de lo bueno que tenemos.”

La esperanza es el sentimiento de «a pe­sar de», el creer que siempre hay una sali­da, que todos los días el sol brilla aunque las nubes lo cubran. Por eso le pregunta­mos a Alejandra: «¿Qué va a hacer usted después que supere la depresión? ¿Cómo será el día siguiente?»
Le costó imaginarse un futuro dichoso, pero logró hacer algunos planes para sí mis­ma y para sus hijos. Poco a poco comenzó a encontrar (os signos positivos de la vida, e incluso rescatar lecciones de la crisis, que empezó a considerarla como una «prueba» que debía atravesar. Hizo realidad aquella cita de Bern Williams, que dice: «Nunca una noche ha vencido al amanecer, y nunca un problema ha vencido a la esperanza».
Es cierto que hay depresiones donde el componente hereditario está presente, pe­ro no en todos los casos. Lo que sí es común en todos los casos es la batalla contra la desesperanza.

Para superar la falta de esperanza es necesario desarrollar la confianza en las propias fuerzas, estimular los recursos personales, movilizar las fortalezas anímicas y espirituales.

10. Dele un sentido a su vida

Entre los planes que hizo Alejandra pa­ra su futuro, fue volver a la iglesia que ha­cía bastante tiempo se había alejado. Había quedado enojada con Dios por la muerte de su madre. El capellán le dio algunas explicaciones bíblicas sobre el origen del mal y el estado de los muertos que la tranquilizaron y reconciliaron con Dios. Además, decidió involucrarse en ciertas actividades de trabajo comunitario.
«Ahora que los chicos crecieron, quiero aprovechar de salir más y retomar las clases de inglés y participar en una asociación que tenemos en el vecindario». Muchas investigaciones han encontrado que la ausencia de metas, planes, de un orden religioso superior o proyecto que dé sentido a la vida, es nefasto.

Tener un <<para qué>> o construir un sentido de propósito, contribuye a enriquecer la vida y hacerla más placentera.


Bibliografía:  Decida Ser Feliz, Dr. Mario Pereira, 2008